Una Nueva Era para el Cannabis — ¿Pero Para Quién?
La legalización del cannabis en varias partes del mundo representa un giro histórico. Lo que durante décadas fue criminalizado ahora se promociona como medicina, estilo de vida y oportunidad económica. Surgen empresas por doquier, el mercado se organiza y el discurso en torno a la planta cambia —de la ilegalidad a la innovación. Pero junto con la regulación, también crece un nuevo fenómeno: el llamado capitalismo verde.
Esta promesa de sostenibilidad, responsabilidad social y compromiso ambiental, sin embargo, plantea una pregunta incómoda: ¿estamos realmente ante un nuevo modelo de industria, o simplemente frente a una nueva forma de maquillaje para los mismos viejos intereses corporativos?
El Discurso Sostenible y la Realidad del Lucro
El envase cambió. Ahora, el cannabis viene en frascos reciclables, con diseño minimalista y certificaciones orgánicas. Las marcas hablan de empoderamiento, sanación y sostenibilidad. Aparentemente, todo es más limpio, más ético, más “verde”.
Pero basta con mirar un poco más de cerca para notar que muchas de estas promesas son vacías. La producción a gran escala, en invernaderos de alto consumo energético, el uso intensivo de agua, los largos procesos logísticos y el enfoque exclusivo en cepas de alto rendimiento comercial no concuerdan con el discurso ambiental. El marketing verde, en este caso, se convierte en una forma de lavado verde —es decir, vender una imagen de responsabilidad ambiental que no se refleja en la práctica real.
El Verde que No Incluye a Todos
Otro problema del “capitalismo verde cannábico” es su selectividad. Aunque las empresas hablan de diversidad, inclusión y justicia social, el mercado está casi siempre dominado por grandes corporaciones, muchas dirigidas por ejecutivos blancos e inversores de perfil conservador —los mismos que, décadas atrás, apoyaban políticas prohibicionistas.
Las comunidades más afectadas por la criminalización del cannabis —negras, indígenas y periféricas— siguen al margen, enfrentando barreras económicas, burocráticas y legales para participar en el nuevo mercado legal. Así, lo que debería ser un proceso de reparación histórica se transforma en una reproducción de la desigualdad con apariencia de progreso.
Agroindustria Cannábica: Monocultivo, Patentes y Concentración
A medida que el cannabis se integra al sistema capitalista tradicional, vemos el avance de un modelo monocultural y concentrador. Patentes sobre genéticas específicas, grandes áreas de cultivo bajo control de pocas empresas, prácticas agrícolas intensivas y el desprecio por los conocimientos tradicionales se vuelven la norma.
Esto amenaza no solo la biodiversidad de la planta —que posee cientos de variedades con usos diversos— sino también borra saberes ancestrales, formas sostenibles de cultivo y maneras colectivas de cuidado. El cannabis, en este modelo, deja de ser una planta de poder para convertirse en mercancía estandarizada de estantería.
¿Es Posible una Industria Cannábica Verdaderamente Sostenible?
Sí, es posible —pero no dentro de la lógica puramente capitalista. Una industria cannábica realmente sostenible debe ser ambientalmente responsable, socialmente justa y culturalmente respetuosa. Esto implica:
- Apoyar a pequeños productores y comunidades tradicionales;
- Garantizar acceso equitativo a licencias e incentivos;
- Invertir en prácticas agroecológicas y regenerativas;
- Crear políticas de reparación y reintegración social para víctimas de la guerra contra las drogas;
- Proteger la biodiversidad de la planta y los saberes asociados a su uso.
Es decir, transformar no solo la legalización, sino el propio modelo de negocio —dejando de lado el enfoque en el lucro máximo y posicionando al cannabis como un bien común, no como un monopolio corporativo.
Conclusión: ¿Qué Camino Vamos a Elegir?
La legalización del cannabis representa una oportunidad histórica —no solo económica, sino también política, social y ambiental. Sin embargo, esa oportunidad está siendo capturada por discursos de marketing y estrategias de mercado que poco o nada transforman las estructuras de desigualdad y exclusión.
¿Capitalismo verde o lavado verde? La respuesta está en el compromiso que gobiernos, empresas, activistas y consumidores asuman con la construcción de una cadena cannábica justa, consciente y verdaderamente sostenible. El futuro del cannabis puede ser revolucionario —pero solo si la revolución no se queda en el envase.