Una planta bajo sospecha
Durante gran parte del siglo XX, la cannabis fue retratada como una amenaza. Asociada con el crimen, la pereza o la locura, su imagen fue moldeada por campañas de miedo que respondían más a intereses económicos y racistas que a evidencias científicas. Sin embargo, detrás de esa planta criminalizada hay una historia rica en resistencia, espiritualidad, medicina ancestral y lucha por la libertad.
Este artículo propone mirar más allá del estigma y explorar los usos políticos de la marihuana como una herramienta de revuelta frente a sistemas de opresión.
De símbolo sagrado a enemigo del Estado
Antes de ser prohibida, la cannabis era valorada por muchas culturas por sus propiedades curativas, espirituales y sociales. Fue parte de rituales, tratamientos médicos y tejidos comunitarios. Su transformación en “enemigo público” no fue casual: fue parte de un proceso global de control, donde se intentó erradicar todo lo que escapaba a la lógica colonial y capitalista.
Prohibir la planta fue también prohibir sus significados, sus usos y sus defensores. Pero la historia no terminó ahí.
Cannabis resistencia: florecer en los márgenes
En los márgenes del sistema, lejos de los discursos oficiales, ha crecido una cannabis resistencia firme y fértil. Desde campesinos que cultivan para uso propio hasta artistas, curanderas, activistas y comunidades que defienden el derecho a sanar y a sentir, esta resistencia ha creado nuevas formas de existencia frente a la criminalización.
La marihuana se ha convertido así en un lenguaje común para quienes no aceptan las reglas impuestas y buscan construir otras realidades desde abajo.
Activismo canábico: sembrar rebeldía, cosechar autonomía
El activismo canábico en el siglo XXI no solo reclama la legalización. Exige justicia para quienes fueron perseguidos, visibiliza los saberes populares, denuncia la hipocresía de las políticas antidrogas y plantea nuevas formas de organización social.
En España, los clubes sociales canábicos son ejemplo vivo de cómo una comunidad puede autogestionar su relación con la planta fuera del mercado capitalista y del aparato punitivo del Estado. Son espacios de encuentro, educación y resistencia.
Repolitizar la planta, descolonizar la mirada
Hablar de cannabis en clave política es una necesidad urgente. Es repensar lo que entendemos por droga, por libertad, por salud, por justicia. Es también descolonizar la mirada: dejar de ver la planta como un “problema” y empezar a verla como lo que fue y puede volver a ser —una aliada en la construcción de mundos más justos, sensibles y humanos.
En tiempos de crisis y vigilancia, la marihuana sigue siendo una planta en revuelta. Y en sus hojas verdes habita la posibilidad de una transformación radical.